Algo...

Ya no me cantes en la sien, con tu aroma de acero, con tu voz de litio...
Mas córtame la yugular, con tu mordisco de ambición y deseo.
Levanta la luz tenue, y ve con terror mis ojos blancos de ciego fúnebre,
mirándote detrás de tus córneas, sabes bien que me acomodo en ese camino.
Salta del décimo piso y grita cada vez más fuerte, cada vez menos escuchable. Cada segundo más desesperante...
Conmuévenos con tu canción, esa dramática pieza sonora...
Esa! Esa! Esa que te penetra por debajo de las uñas, hasta llegar a los tendones y cortarlos... La que mutila suave y atrozmente mis vísceras.
Prométeme una lágrima fría, falsa, dulce y morbosa.
Déjame seguir el camino de esa lágrima, desde tu párpado, por tu mejilla, hasta descubrir que debajo me espera esa sonrisa irónica tuya...